martes, 3 de junio de 2008

Un largo análisis de las supuestas "pruebas" de la existencia de dios.
Videíto hecho por Stefan Molyneux, filósofo de Freedomain Radio

martes, 6 de mayo de 2008

Educación Religiosa ¿Buena o mala?



Todos los niños son educados, condicionados, en una cierta religión.

Es uno de los crímenes más grandes en contra de la humanidad. No puede haber un crimen más grande que contaminar la mente de un niño inocente con ideas que van a convertirse en obstáculos en su descubrimiento de la vida.

Cuando quieres descubrir algo, tienes que ser totalmente imparcial. No puedes descubrir la religión siendo musulmán, o cristiano o hindú, no. Esas son maneras de impedirte que descubras la religión.

Todas las sociedades, hasta ahora, han estado intentando adoctrinar a los niños. Antes de que el niño sea capaz de hacer preguntas, se le dan respuestas. ¿Te das cuenta de que esto es una estupidez?

El niño no ha hecho la pregunta, y tú ya le estás dando una respuesta. Lo que estás haciendo en realidad es matar la posibilidad de que surja la pregunta. Has llenado su mente con la respuesta. Y si no tiene su propia pregunta, ¿cómo puede tener su propia respuesta? La búsqueda tiene que ser sinceramente suya. No puede ser prestada, no puede ser heredada.

Pero este disparate ha estado sucediendo durante siglos. El sacerdote, el político y tus padres están interesados en hacer algo de ti antes de que puedas descubrir quién eres. Tienen miedo de que si descubres quién eres, seas un rebelde, seas peligroso para los poderes establecidos. Entonces te convertirías en un individuo viviendo por derecho propio, no una vida prestada.

Tienen tanto miedo que antes de que el niño sea capaz de preguntar, de investigar, empiezan a atiborrar su mente con todo tipo de tonterías. El niño está indefenso. Naturalmente, cree en su madre y en su padre, y por supuesto cree en el sacerdote, en el que a su vez creen el padre y la madre. Todavía no ha aparecido el gran fenómeno de la duda.

Y dudar es una de las cosas más valiosas en la vida, porque a menos que dudes no puedes descubrir. “Las dudas las siembra el diablo. La duda es quizá el pecado más grande. La creencia es una virtud. Cree y encontrarás; duda y has equivocado el primer paso”.

La verdad es justo lo opuesto. Cree y nunca encontrarás, y todo lo que encuentres no será otra cosa que la proyección de tu propia creencia, no será la verdad.

¿Qué tiene que ver la verdad con creer?

Duda y duda totalmente, porque la duda es un proceso de limpieza. Saca toda la basura de tu mente.

Te devuelve a la inocencia, vuelves a ser el niño que fue destruido por los padres, por los sacerdotes, por los políticos, por los pedagogos. Tienes que descubrir nuevamente a ese niño. Tienes que empezar desde ese punto.

Yo nací en una familia jainista. En el jainismo no se cree en Dios; no hay un Dios creador. Debido a que el condicionamiento jainista no refuerza la idea de Dios en sus niños, ningún niño jainista, ni ningún adulto, pregunta “¿Quién creó el mundo?” Porque desde el principio han sido condicionados a que el mundo existe desde la eternidad a la eternidad; no hay ningún creador y no hace falta. Por eso esa pregunta no surge.

Los budistas nunca hacen la pergunta: “¿Qué es Dios, dónde está Dios?” Porque el budismo no cree en Dios; por eso el niño ha sido condicionado de esta manera. Cuando pregunta sobre Dios, te crees que es tu pregunta; no lo es. Quizá hayas nacido en una familia hindú, cristiana o judía, y han condicionado tu mente con que Dios existe. Te han transmitido una determinada imagen de Dios, unas determinadas ideas sobre Dios. Y te han metido tanto miedo que dudar se ha vuelto peligroso.

A un niño pequeñito se le asusta con el miedo al infierno eterno, en donde te echarán vivo a las llamas, y te quemarás pero no morirás. naturalmente,, la duda no parece ser tan importante como para correr un riesgo semejante. Y eres motivado a que si crees, si simplemente crees, todos los placeres, todas las alegrías de la vida serán tuyos. Cree y estás a la derecha de Dios; duda y estás del lado del diablo.

Al niño pequeño no le queda más posibilidad que aceptar toda la basura que le estás dando.

Está asustado. Le da miedo quedarse solo en mitad de la noche, en la casa, y tú le estás hablando del infierno eterno: “Te caes y te sigues cayendo en una oscuridad cada vez más profunda, y no hay un final y nunca puedes salir.” Naturalmente, el niño no se atreve a dudar, le da tanto miedo que no vale la pena. Y creer es tan sencillo. No se espera nada de ti: basta con creer en Dios, el hijo, el Espíritu Santo..., basta con creer que Jesús es el hijo de Dios, y el mesías... y que ha venido a redimir a toda la humanidad..., y que te redimirá a ti también. ¿Por qué no ser redimido si es tan fácil? No se te pide mucho. Sólo cree, y todo se pondrá a tu favor.

¿Por qué vas a escoger la duda? Naturamente, deberías escoger la fe. Y esto sucede a una edad muy temprana -después sigues creciendo, y la fe, el condicionamiento, las ideas y la filosofía se van amontonando encima-, de forma que es muy difícil escarvar y enterarte de que hubo un día en el que tú también estabas lleno de duda. Pero la duda ha sido aplastada, apartada de la vista. Hubo un día en el que te resistías a creer, pero te han convencido. Te han puesto delante todo tipo de recompensas.

Puedes convencer a un niño pequeño dándole un juguete; y le has dado todo el Paraíso.

Si has conseguido convencerle de que crea, no has hecho un gran milagro. Es una explotación muy sencilla.

Quizá lo estás haciendo sin darte cuenta; tú también has pasado a través del mismo proceso. Y una vez que has cerrado las puertas a la duda, has cerrado las puertas a la razón, al pensamiento, a preguntar, a la búsqueda. Dejas de ser un ser humano de verdad.

Las puertas de la duda se han cerrado, eres un zombi, estás hiponitzado, condicionado, convencido a base de miedo, a base de avaricia, a creer en cosas en las que ningún niño normal crería, a menos que todas estas cosas hayan sido manipuladas.

En el momento en que dejas de dudar y de pensar, te puedes creer cualquier cosa. Entonces no hay preguntas.

Sólo desde la inocencia de tu infancia comienza una búsqueda real de la verdad. Sólo desde ahí es posible la religión.

Un niño pequeño presentó el siguiente resumen de la catequesis del domingo:

- Estaban esos judíos que se habían escapado de un campo de prisioneros en Egipto. Corrieron y corrieron hasta que llegaron a un lago muy ancho. Los guardias de la prisión les estaban rodeando de modo que los judíos saltaron al agua y nadaron hasta algunos barcos que les estaban esperando. Los guardias se montaron en submarinos y trataron de torpedear los barcos, pero los judíos lanzaron unas cargas de profundidad y explotaron todos esos submarinos y llegaron a salvo a la otra orilla. Todo el mundo llamó al almirante por su nombre de pila, Moisés.

El padre del niño preguntó:

- ¿Estás seguro de que esto es lo que os contó vuestro profesor?

- Papá -respondió el niño-, si no te puedes creer mi historia, nunca te podrás creer la que contó el profesor.

Contándoles a los niños historias estúpidas no les estás ayudando a que se hagan religiosos; al contrario, les estás ayudando a hacerse antirreligiosos. Cuando crezcan se enterarán de que todas esas doctrinas religiosas eran cuentos de hadas.

Tu Dios, tu Jesucristo, más adelante todos ellos se convertirán en Santa Claus en la mente del niño; engaños, fábulas, para mantener a los niños ocupados. Y una vez que los niños se enteran de que lo que les ha estado contando como una verdad absoluta son sólo mentiras y nada más, has destrozado algo muy valioso en su ser. Nunca jamás volverán a interesarse en la religión.

He podido observar que el mundo se está volviendo cada vez más irreligioso por culpa de las enseñanzas religiosas.

¿Cuánto puedes recordar de lo que te fue enseñado? Nadie se acuerda; se tira todo a la basura.

Puedes seguir enseñando... nadie está escuchando. Los niños están indefensos; tienen que ir a la catequesis, por eso van. Tienen que escuchar, por eso escuchan, pero no están ahí. Y m´sa tarde dicen y saben que todo aquello eran sólo bobadas. Ahora dile a un niño que Dios creó el mundo sólo cuatro mil años antes de Jesucristo, y el niño te sonreirá. Y el niño sabe que: “O me estás engañando, o eres un completo ignorante.”

El mundo ha existido durante millones de años. De hecho, nunca ha habido un comienzo. En realidad Dios no es el creador, sino la creatividad. Decirle a un niño que Dios acabó el mudno en seis días y descansó el séptimo proque estba cansado es como decirle que desde entonces no se ha preocupado de nosotros en absoluto.

- Fragmento de: "El libro del niño: Una visión revolucionaria
de la educación infantil"
, Osho, Editorial Debate

lunes, 28 de abril de 2008

Emma Goldman - Filosofía del ateísmo (1916)

No se puede mostrar la imagen “http://www.iisg.nl/collections/goldman/images/a5-483.jpg” porque contiene errores.

Para dar una exposición adecuada de la Filosofía de Ateísmo, sería necesario revisar los cambios históricos de la creencia en una deidad, desde el principio, hasta la actualidad.
Pero para eso no alcanzaría sólo un artículo, Sin embargo, no está de más mencionar que Dios, el concepto, el Poder Sobrenatural, el Espíritu, la Deidad, (o algún otro término que el teísmo pudo haber inventado), se ha hecho más indefinida y oscura con el progreso y el paso del tiempo. En otras palabras, la idea de Dios se pone más impersonal y nebulosa en proporción a como la mente humana aprende a entender los fenómenos naturales y la rapidez con la que ciencia la progresa.

Dios, en la actualidad, ya no representa las mismas fuerzas que al principio de su existencia; ni tampoco dirige el destino humano con la misma mano de hierro que en los tiempos antiguos. Más bien, parece ser que la idea de dios expresa una especie de estímulo espiritualista para satisfacer la moda y las fantasías de cada sombra de la debilidad humana. En el transcurso del desarrollo humano, éste se ha forzado la idea de dios para adaptarlo a cada fase de los asuntos humanos, para que sea absolutamente compatible con sí mismo.

El concepto de los dioses provino del miedo y de la curiosidad. El hombre primitivo fue incapaz de entender los fenómenos de la naturaleza y acosado por ellos, vi en cada manifestación aterradora alguna fuerza siniestra expresamente dirigida contra él; y como

Muy acertadamente, Mikhail Bakunin un ateo anarquista mundialmente reconocido, dice en su gran trabajo Dios y el Estado:

“Todas las religiones, con sus dioses, sus semidioses, sus profetas, sus Mesías y sus santos, fueron creadas por la imaginación parcial de los hombres que no habían logrado el desarrollo lleno y la posesión llena de sus facultades. Por consiguiente, el cielo religioso es nada más que el espejismo en el que el hombre, apoyado por la ignorancia y la fe, descubrió su propia imagen, pero la amplió e invirtió. La exageración, y la despreciación de los dioses que habían tenido éxito en la creencia la humana, no es nada, por lo tanto, sino el desarrollo de la inteligencia y de la conciencia colectivas de la humanidad. Tan rápido como ellos descubrieron, en el transcurso de su avance histórico, en ellos o en la naturaleza externa, una cualidad, o algún gran defecto, ellos lo atribuyeron a sus dioses, después lo exageraron y lo ampliaron, exactamente igual a como lo hacen los niños, según su imaginación religiosa.
Con todo el respeto de los metafísicos e idealistas religiosos, filósofos, políticos o poetas: La idea de dios implica la eliminación de razón humana; esto es la negación más decisiva de la libertad humana, y necesariamente lleva a la esclavitud de humanidad, tanto en la teoría como la práctica."

Así la idea de dios, reanimada, reajustada, y ampliada, según la época, ha dominado a la humanidad y seguirá haciendo así hasta que el hombre levante su cabeza un día soleado, sin miedo y con una propia voluntad.

Ya hay indicaciones de que el teísmo (la teoría de especulación), está siendo substituido por el Ateísmo (ciencia de demostración); Mientras el primero cuelga en las nubes metafísicas del Más allá, el otro tiene sus raíces firmemente en el suelo.

La disminución de teísmo es el espectáculo más interesante que existe, sobre todo, se manifiesta en la ansiedad del teísta, independientemente de su clase en particular. Ellos realizan señas de angustia, al darse cuenta que el ateismo va en aumento, que cada vez existe gente menos religiosa; que están absolutamente dispuestos a dejar el “más allá” y su dominio divino a los ángeles y a los gorriones; porque más y más se están dando cuenta en los asuntos de su existencia inmediata.

¿Como devolver a la gente la idea de Dios?, es la pregunta de todo teísta.
Puesto que la religión, "la Verdad Divina" las recompensas y castigos son las marcas de fábrica más grande, las más corruptas, la industria más poderosa y lucrativa en el mundo.
Esta industria que sirve para desechar la mente humana, sofocar su corazón.

¿Cómo aumentar el casi extinto número de teístas? Eso es realmente un asunto de vida o muerte para todas las denominaciones. Y su tolerancia no existe, es más bien una debilidad. Quizás esto explica los esfuerzos promovidos en todas las congregaciones religiosas para combinar la filosofía religiosa con otras con las que se encontraba en conflicto. Cada vez más conceptos " del único Dios verdadero, el único espíritu puro, la única religión verdadera " tolerantemente son encubridos por el esfuerzo frenético para rescatar a las masas modernas de la influencia "perniciosa" de ideologías ateas.

La principal característica de la “tolerancia" teísta es que nadie se preocupa realmente en lo que la gente cree, sino solamente en lo que uno mismo piensa, entonces ellos creen o pretenden creer. Para lograr este final, los métodos más ordinarios y vulgares son usados. Reuniones de esfuerzo religioso y de renacimientos con Billy Sunday como su campeón - los métodos que deben ultrajar cada sentido refinado, y que en su efecto sobre el ignorante y curioso a menudo tienden a crear un estado suave de locura no raras veces acompañado de fantasías eróticas.
Todas las clases de instituciones religiosas, recibirán enormes ganancias de las masas oprimidas, domesticadas.

Deliberada o inconscientemente, la mayor parte de los teístas, ve en dioses y diablos, cielo e infierno; recompensa y el castigo, un látigo para azotar hacia la obediencia.

¿No ha pintado todo teísta su deidad en forma de amor? Aún después de unos miles de los años de tales predicaciones, los dioses permanecen sordos a la agonía de la raza humana. Confucio no se preocupa por la pobreza y la miseria de la gente de China. Buda permanece tranquilo ante el hambre de los Hindús, Yahvé sigue sordo al grito amargo de Israel; mientras Jesús rechaza resucitar de entre los muertos aún con los cristianos matándose entre ellos.

Toda alabanza al " Más alto " pide la justicia y la piedad. Pero, la injusticia entre los hombres está en aumento; los ultrajes comprometidos contra las masas en este país se están desbordando al cielo mismo. ¿Pero dónde están estos dioses que se supone llegarán a acabar el sufrimiento de la humanidad? No, no son los dioses los que deben terminarla, es el HOMBRE el que debe alejarse de su ira. Él, engañado por todas las deidades, él mismo, debe aprender a impartir la justicia sobre en la tierra.

La filosofía de Ateísmo expresa la extensión y el crecimiento de la mente humana. La filosofía de teísmo, si podemos llamarlo la filosofía, es estática y fija. Incluso la mera tentativa de perforar estos misterios representan, desde un punto de vista teísta, la no creencia en la omnipotencia completa, y aún una negación de la sabiduría de los poderes divinos.
Al hacer esto, se realiza un viaje agitado hacia el conocimiento y la vida. La mente humana sólo así comprenderá que el universo no es el resultado de un mandato creador, ni de una inteligencia divina.

La filosofía de Ateísmo representa una vida sin creencia en lo sobrenatural, en el Más allá o en un Creador Divino. Sino en un concepto del mundo real, verdadero con su liberación, ampliación y embelleciendo posibilidades, en contra de un mundo irreal, que, con sus espíritus, oráculos, y la alegría tacaña han mantenido a la humanidad en constante degradación.

Esto puede parecer una paradoja salvaje, pero esto es patéticamente verdadero.
Bajo el latigazo de la idea teísta, esta tierra no ha servido a ninguna otra cosa a parte de ser una estación temporal para probar la capacidad del hombre a la voluntad de dios. Pero cuando el hombre, intentó averiguar a la naturaleza, le dijeron que era completamente en vano, que no tenía sentido bajo " la finita inteligencia humana "

El objetivo de la filosofía de Ateísmo es liberar al hombre de la pesadilla de los dioses; esto quiere decir la disolución de los fantasmas del más allá. Una y otra vez, la luz de la razón ha disipado la pesadilla teísta, pero la pobreza, la miseria y el miedo han recreado los fantasmas. El ateísmo, por otra parte, en su aspecto filosófico, rechaza la lealtad al concepto de Dios, rechaza toda la servidumbre a la idea de Dios, y se opone al principio teísta como tal.

El teísmo, y su influencia perniciosa sobre la humanidad, ha paralizado el pensamiento y la acción, mientras que el Ateísmo lucha con todo su poder.

La filosofía de Ateísmo tiene su raíz en la tierra, en esta vida; su objetivo es la emancipación de la raza humana sobre todas las deidades, sean ellos Budistas, Judíos, cristianos, Mahometanos, Brahministas, o lo que sean.
La humanidad ha sido castigada mucho tiempo por haber creado a sus dioses; nada más que el dolor ha llegado al hombre cuando los dioses surgieron. Hay sólo una salida a esto: El hombre debe romper sus cadenas que lo han atado a las puertas del cielo y del infierno, de modo que él pueda comenzar a formar su conocimiento.

Sólo después de que el triunfo de la filosofía Atea en las mentes y los corazones de la humanidad, la libertad y la belleza serán el premio. La belleza como un regalo del cielo ha resultado inútil. Esto, sin embargo, se hará la esencia y el ímpetu de la vida cuando el hombre aprenda a ver en la tierra el único cielo apto para el hombre. El ateísmo ya ayuda a liberar al hombre de su dependencia sobre el castigo y la recompensa.

¿No insiste el teísta que no puede haber ninguna moralidad, justicia, honestidad o fidelidad sin la creencia en un “Poder Divino”?
Basado sobre el miedo y la esperanza, tal moralidad siempre era un producto vil, ha impregnado la hipocresía en todo teísta.
En cuanto a la verdad, la justicia, y la fidelidad, ¿Quiénes han sido sus exponentes valientes y pregoneros atrevidos? Casi siempre los ateos: los Ateos; ellos viven, luchan y mueren por ellos. Ellos sabían que la justicia, la verdad, y la fidelidad no son condicionadas por el cielo, pero son los que producen los cambios enormes que continúan en la vida social y material de la raza humana.

La gente con inteligencia comienza a comprender que los actos morales, impuestos sobre la humanidad por el terror religioso, han perdido toda la vitalidad.
Un vistazo en la actualidad, con sus odios, crímenes, y avaricia, basta para demostrar lo falso que es la moralidad teísta.

El hombre debe regresar a él antes relacionarse con otras personas.
Un Prometeo encadenado a la “Roca de las Edades” está condenado a ser presa de los buitres de la oscuridad. Desate a Prometeo, y usted disipará la noche y sus horrores.

El ateísmo es la negación de los dioses, y es al mismo tiempo la afirmación más fuerte del hombre, y por el hombre, un eterno sí a la vida, el propósito, y la belleza.

domingo, 27 de abril de 2008

Ayaan Hirsi Alí (Extractos de "Infiel")

El testimonio de una mujer que se rebela contra el islam.

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(…) Empecé a rebelarme interiormente contra la tradicional subyugación de las mujeres. En aquellos días todavía llevaba el hiyab. Pensaba mucho en dios, en cómo ser buena a sus ojos y en la belleza de la obediencia y la sumisión. Traté de apaciguar mi alma hasta convertirme en un simple vehículo de la voluntad de Alá y de las palabras del Corán. Pero mi alma parecía empeñada a desviarse del “recto camino”.

Algo en mi interior siempre se había resistido a seguir los valores morales que subyacían en los sermones de mi religión: una diminuta chispa de independencia. Tal vez era una respuesta al abismo que mediaba entre el comportamiento estricto que exigen las sagradas escrituras y las realidades de la vida cotidiana, con sus giros y recodos. Incluso de niña no comprendía la flagrante injusticia de las normas, sobre todo en relación con las mujeres. ¿Cómo podía querer un dios justo –tan justo que en casi todas las páginas del Corán se alaba su identidad- que las mujeres fuesen tratadas tan injustamente? Si dios era clemente, ¿Por qué exigía que sus criaturas fueran ahorcadas en público? Si era compasivo, ¿Por qué los infieles tenían que ir al infierno? Si Alá era todopoderoso ¿Por qué no convertía a los infieles en fieles y había que todos fueran al paraíso?

En mi fuero interno me resistía a las enseñanzas y las transgredía en secreto. Igual que las otras chicas de mi clase, seguí leyendo novelas de amor y de misterio, a sabiendas que con ello me resistía a acatar al islam de forma absoluta. Leer novelas que me excitaban a transigir con lo único que una musulmana no debe permitirse nunca: tener deseo sexual fuera del matrimonio.

Una musulmana no debe desmandarse, ni sentirse libre, ni tener ninguna de las mociones y deseos que yo sentía cuando leía esos libros. Una muchacha musulmana no decide por sí misma ni trata de llevar el mando. Le han enseñado a ser dócil. Si eres musulmana, te desvaneces hasta que casi no queda nada tuyo dentro de ti. En el islam, convertirse en individuo no es un proceso necesario; muchas personas, sobre todo mujeres, jamás desarrollan una clara voluntad individual. Te sometes; ese es el significado literal de la palabra “islam”: SUMISIÓN.

No obstante, la chispa de voluntad que había en mi interior crecía incluso mientras estudiaba y practicaba la sumisión… Creo que lo que más me ayudó a salvarme de la sumisión fueron las novelas. Yo era joven, pero los primeros pasos pequeños y tímidos de mi rebelión ya se habían hecho notar. (…)

Sentía que todo pensamiento mío que no concordaba con el islam lo metía dentro de una “puertecilla” de mi mente y cerraba la llave, intentando no abrirla nunca. (…)

Una tarde, vi en la pantalla la banda de noticias de última hora, pensé que la CNN había desenterrado otro suceso sin importancia para propagarlo a bombo y platillo. Mientras seguía viendo la televisión, se estrelló el segundo avión contra una de las Torres Gemelas. La locutora afirmaba que tal vez no fuera un accidente, y que los dos impactos indicaban que podía tratarse de un atentado… cerré los ojos y pensé en somalí: “Oh, Alá, no permitas que los culpables sean musulmanes”. (…)

La CNN y Al Yasira empezaron a emitir videos de antiguas entrevistas con Osama Bin Laden. Meras justificaciones de la guerra contra EE.UU. que según él, encabezaban junto con los judíos una nueva cruzada contra el islam. Sentada junto a una preciosa casa de la pintoresca ciudad de Leiden, a mí todo eso me parecía rebuscado, como los delirios de un loco, pero las citas del Corán que pronunciaba Bin Laden me resonaban en el cerebro: “Cuando te encuentres con los infieles, córtales el cuello”, “Si no sales a luchas, dios te castigará severamente y pondrá a otros en tu lugar”, “Dondequiera que encuentres a los politeístas, mátalos, aprésalos, rodéalos, acéchales.”, “Tú que crees, no tomes por amigos a judíos y cristianos, sólo son aliados entre sí. Quienquiera que los tome por aliados se convertirá en uno de ellos”. Bin Laden citaba el hadiz: “La Hora (del juicio) no llegará hasta que los musulmanes combatan a los judíos y los maten”.

No quería hacerlo, pero me sentía obligada: tomé el Corán y el hadiz y empecé a hojearlos, para comprobar si era cierto. Odiaba hacerlo, porque sabía que encontraría las citas de Bin Laden y no quería poner en duda la palabra de dios. Peró tenía que preguntar: ¿Se derivaban los atentados del 11 de septiembre en la fe verdadera del verdadero islam?, Y si era así, ¿qué pensaba yo del islam?

Bin Laden decía “O estás con la cruzada o estás con el islam”, y yo sentía que el islam se hallaba en una crisis verdaderamente terrible en todo el mundo. ¿De verdad ningún musulmán podía seguir ignorando el choque entre la razón y nuestra religión? Durante siglos nos habíamos comportado como si el conocimiento estuviera en el Corán, negándonos a cuestionar nada, negándonos a progresar. Nos habíamos ocultado de la razón durante tanto tiempo porque éramos incapaces de afrontar la necesidad de integrarla en nuestras creencias. Y eso no funcionaba, sino que provocaba un dolor espantoso y una conducta monstruosa.

A los musulmanes se nos había enseñado a concebir la vida terrenal como una etapa, una prueba que precede a la vida real en el más allá. En esa prueba, lo ideal era que todo el mundo viviera del modo más parecido posible al de los seguidores del profeta. ¿Acaso eso no inhibía el esfuerzo por mejorar la vida cotidiana? ¿Estaba por tanto prohibida la innovación para los musulmanes? ¿Eran los derechos humanos, el progreso, los derechos de la mujer, ajenos al islam?

Al declarar infalible a nuestro profeta y no permitirnos dudar de él, los musulmanes habíamos establecido una tiranía estática. El profeta Mahoma había intentado regular todos los aspectos de la vida. Al adherirnos a sus reglas sobre lo que está permitido y lo que está prohibido, los musulmanes hemos suprimido la libertad de pensar por nosotros mismos y de actual según nuestras preferencias. Hemos fosilizado la perspectiva moral de miles de millones de personas con la mentalidad del desierto árabe propia del siglo VIII. No éramos solamente sirvientes de Alá, éramos esclavos.

La “puertecilla” que había en la trastienda de mi cerebro, donde guardaba mis pensamientos discordantes se abrió de golpe después del 11S, y se negaba a cerrarse de nuevo. Me descubrí pensando que el Corán no es un libro sagrado, sino un documento histórico escrito por seres humanos, una versión de los acontecimientos, la que percibieron los hombres que lo escribieron 150 años después de la muerte del profeta Mahoma. Una versión muy tribal y árabe de los hechos. Pregona una cultura brutal, fanatizada, obsesionada por controlar a las mujeres y ávida de guerra.

El profeta nos enseñó muchas cosas buenas. A mi me parecía espiritualmente atractivo creer en “el más allá”. Mi vida se enriquecía con las instrucciones del Corán de mostrar compasión y caridad con los demás. Hubo épocas en que yo, como muchos otros musulmanes, considerábamos demasiado complicado plantearnos la cuestión de la guerra contra los infieles. La mayoría de los musulmanes jamás profundizábamos en la teología, y rara vez leíamos el Corán; nos lo enseñan en árabe, una lengua que la mayoría de los musulmanes no habla. Por eso, casi todo el mundo piensa que el islam busca la paz. De esas personas sinceras y amables emana la falacia de que el islam es pacífico y tolerante.

Pero no podía ignorar el totalitarismo, el puro marco moral que es el islam. Regula todos los detalles de la vida y subyuga el libre albedrío. El islam un sistema confesional rígido y un marco moral, lleva a la crueldad. El acto inhumano de aquellos diecinueve secuestradores era el resultado lógico de un sistema detallado de regulación del comportamiento humano. Su mundo estaba dividido entre “nosotros” y “ellos”: si no aceptas el islam, sucumbirás.

Yo supongo, que podemos desvincularnos de los dogmas que llevan a la ignorancia y la opresión. Podríamos examinar nuestros dogmas a contraluz e infundir los valores del progreso en las tradiciones rígidas e inhumanas. Podríamos llegar a aceptar la expresión de la individualidad.

Para pensar de ese modo, por supuesto, tenía que creer que el Corán era relativo, es decir, no absoluto, no pronunciado por dios, sino otro libro más. También tenía que rechazar la idea del infierno, cuya perspectiva siniestra siempre me había atemorizado e impedido criticar al islam. Una noche estuve pensando: “Pero si esto es así, ¿Entonces qué es lo que sinceramente creo sobre dios?” (…)

En mayo de 2002 decidí irme de vacaciones, fui a Corfú, y me llevé un pequeño libro de tapas marrones, “El manifiesto ateo”, que Marco me había dado un día en el curso de una discusión. Cuando me lo dio sentí como si tratara de inculcarme su libro sagrado, como si yo le hubiera impuesto el Corán, y eso me repelió. Pero ahora quería leerlo. Quería llegar al fondo de esa cuestión. Mis preguntas eran tabú. De acuerdo con mi educación, si no era seguidora de dios, forzosamente lo era de Satán…

Leí el libro y me maravilló la claridad y el atrevimiento del auto. Pero en realidad no hacía falta, con sólo querer leerlo: eso ya significaba que yo dudaba, y lo sabía. Antes de haber leído cuatro páginas ya sabía mi respuesta: Había roto con dios hacía años, me había vuelto atea.

No tenía nadie a quién decírselo. Una noche en el hotel me miré al espejo y dije e voz alta: “No creo en dios”. Lo dije lentamente, articulando bien las palabras, en somalí. Me sentí aliviada. Me sentí bien, no hubo dolor, sino una gran claridad. El largo proceso de ver las fallas en la estructura de mi creencia y rodear de puntillas sus esquinas raídas había quedado atrás. Los ángeles que vigilaban sobre mis hombros, la tensión mental que sentía al mantener relaciones sexuales sin estar casada, al beber alcohol, al no observar ningún deber religioso, todo eso se lo había llevado el viento. La omnipresente perspectiva de abrasarme en el infierno desapareció y mi horizonte parecía más amplio. Dios, Satán, los ángeles: todo era producto de la imaginación. A partir de ahora podía pisar con firmeza el suelo que había bajo mis pies y orientarme con ayuda de mi razón y mi amor propio. Mi brújula moral estaba en mi interior y no en las páginas de un libro sagrado…

Los seres humanos están en el origen del bien y del mal, pensaba. Hemos de pensar por nosotros mismos; somos responsables de nosotros. Llegué a la conclusión de que no podía ser sincera con los demás si antes no lo era conmigo. No mentiría más, ni a mí ni a los otros, estaba harta de mentiras. Ya no tenía miedo al más allá.

Ayn Rand sobre religión

jueves, 24 de abril de 2008

Entrevista a Ayn Rand

Ayn Rand (seudónimo de Alissa Zinovievna Rosenbaum, San Petersburgo, Rusia, 2 de febrero de 1905 - Nueva York, Estados Unidos, 6 de marzo de 1982), filósofa y escritora estadounidense de origen ruso.

Nació en una familia judía, aunque no practicante, si bien, ella misma afirmaba ser atea.

Ayn Rand creó su propio sistema filosófico, al que llamó objetivismo, describiéndolo como la "filosofía para vivir en la tierra".

El objetivismo es descrito como un sistema integrado de pensamiento que define principios abstractos en los que el hombre debe pensar y actuar si es que quiere vivir la vida propia de un hombre. La filosofía y la ficción de Ayn Rand enfatizan sus conceptos de individualismo, egoísmo racional y capitalismo.

Rand sostenía que el hombre debe elegir sus valores y sus acciones mediante la razón, que cada individuo tiene derecho a existir por sí mismo, sin sacrificarse por los demás ni sacrificando a otros para sí, y que nadie tiene derecho a buscar valores de otros ni a imponerles ideas mediante la fuerza física.

Teniendo la convicción de que los gobiernos tienen una función legítima pero limitada, a Ayn Rand no se la puede confundir en absoluto con una anarquista, pudiendo en cambio ser considerada como una liberal y minarquista, pese a que ella nunca se aplicó este último término a sí misma. Aún cuando muchas de las ideas y principios de Ayn Rand se encontraban ya presentes en forma germinal en las obras de Frédéric Bastiat, ella siempre consideró sus ideas contribuciones originales.

La influencia de Ayn Rand como autora literaria es mayor que su influencia estricta como filósofa y creadora del "objetivismo".



miércoles, 23 de abril de 2008

Dawkins

Dawkins in Lynchburg VA (part 1) The God Delusion



Dawkins in Lynchburg VA (part 2) The God Delusion

La ignorancia concentrada en un simple video

THe Atheist Delusion

lunes, 7 de abril de 2008

La verdad de la religión


© Fernando Savater

La religión considerada como verdad en el sentido literal y fáctico del término (decir «Dios existe», «el alma es inmortal» o «los santos pueden hacer milagros» resulta cierto en el mismo sentido en que lo es el asegurar «el Océano Pacífico existe», «el cuerpo humano está formado en buena parte por agua» o «los médicos pueden curar a sus pacientes») es la visión más tradicional y la que hoy es de suponer que adopta la inmensa mayoría de las personas religiosas en todo el mundo. Desde una perspectiva filosófica, choca frontalmente con todas las pautas de verificación que utilizamos para aceptar certezas en cualquier otro de los campos del conocimiento. En una palabra, no hay razón para tenerla por ajustada a la realidad. Si alguien desea repasar pormenorizadamente los argumentos racionales a favor del teísmo (la existencia de una persona sin cuerpo, eterna, que está en todas partes, creadora de toda realidad, omnipotente, omnisciente y sumamente bondadosa) puede recurrir al libro de J. L. Mackie titulado El milagro del teísmo, donde son examinados con una honradez tan escrupulosa que a veces bordea el tedio. La conclusión, como los más impacientes ya habíamos previsto, es que no hay evidencia probatoria suficiente para tragarse enormidad semejante. De ahí el título del libro de Mackie, pues al autor le parece milagroso que personas razonables puedan ser también creyentes teístas: pero es que las personas razonables lo son sólo de a ratos y no faltan condicionamientos tanto psicológicos como sociales que hacen inteligible la fe o al menos la profesión de fe. Una actitud que se pretende respetuosa pero que en el fondo no es más que hipócrita o timorata recomienda a este respecto el agnosticismo para evitar las consecuencias socialmente negativas del rechazo puro y simple: «no podemos saber, somos incapaces de fundar el sí o el no». Se trata de una postura intelectualmente inconsistente: o bien incurrimos en un escepticismo absoluto y declaramos no saber nada sobre nada, lo cual resulta desmentido por las estrategias y destrezas que acatamos para orientar nuestra vida cotidiana, o debemos aceptar el mismo uso relativo y sometido a examen pero inequívoco de «verdad» o «falsedad» también en cuestiones religiosas. Es un abuso hipócrita del lenguaje decir que yo no sé si los muertos resucitan o no: sé que no resucitan, de la misma forma que sé cualquiera de las otras cosas de las que estoy razonablemente seguro. Aun más: en lo que respecta al núcleo central de la mayoría de las religiones, es decir la existencia de la propia divinidad, el problema no estriba en que yo no pueda saber si existe o no existe sino en que ni siquiera resulta comprensible qué es lo que ha de existir o no. Una de las piezas más devastadoramente lúcidas de nuestra tradición filosófica, los Diálogos sobre la religión natural, de David Hume, analizan de forma exhaustiva esta perplejidad cuya misma redundancia la convierte en certeza negativa: lo que Hume demuestra es que, dado que nada de mínimamente seguro podemos saber sobre la naturaleza de ese Dios por cuya existencia nos preguntamos, el hecho de que exista o no es igualmente vacuo. No es que no sepamos, sino que no sabemos qué es lo que deberíamos saber: lo que queda así anulado en el agnosticismo no es nuestro conocimiento (en beneficio de la fe) sino nuestro raciocinio (en beneficio de la falsedad). Como bien resume Freud, «la ignorancia es la ignorancia y no es posible derivar de ella un derecho a creer en algo. Ningún hombre razonable se conducirá tan ligeramente en otro terreno ni basará sus juicios y opiniones en fundamentos tan pobres. Solo en cuanto a las cosas más elevadas y sagradas se permitirá semejante conducta» (El porvenir de una ilusión).
Los creyentes aseguran que no es la razón ni la experiencia, con su frialdad científica, quienes pueden comprobar la verdad de la religión: es el sentimiento, una especie de intuición –ella misma de origen graciosamente natural– que percibe la autenticidad oculta de lo divino. Pero también ese intuicionismo sentimental puede ser explicado sin recurrir a ninguna forma de trascendencia. Desde Jenófanes de Colofón hasta Feuerbach o Freud, abundan los análisis plausibles del sentimiento religioso en su dimensión más ingenua o literal. Viene provocado por el desamparo humano por la certeza de la muerte, por las contrariedades de la existencia y la brevedad del tiempo que duramos en este mundo. Los seres divinos son proyecciones hiperbólicas de nuestros deseos: de nuestro anhelo de vida inacabable e invulnerable, de nuestro afán de una condición bienaventurada que nada puede alterar ni amenazar, de nuestro interés en que las culpas sean castigadas y los méritos recompensados mejor de lo que asegura la incierta justicia humana. Como establece Feuerbach en La esencia de la religión, un opúsculo admirable por su tino y honradez filosófica, «donde no percibas ningún lamento sobre la mortalidad y sobre la condición de miseria del hombre, tampoco sentirás ningún canto en loor de los dioses inmortales y felices. Solamente cuando el agua de las lágrimas del corazón humano se evapora hasta el cielo de la fantasía da origen a la formación nebulosa del ser divino». Así se sacralizan, para acorazarlos frente a la zapa del tiempo y de la muerte, los gestos humanos vitalmente más intensos (amor, paternidad, capacidad para la caza y la guerra, coraje, inventiva, sabiduría…), las virtudes más elogiables (sinceridad, compasión, fervor patriótico, generosidad…) e incluso las instituciones sociales más necesarias (tribunales de justicia, autoridad, la comunidad misma en cuanto abstracción colectiva, etc.). Las religiones naturalistas primitivas divinizaban a los seres naturales no humanos dotándoles de una intencionalidad y un carácter antropomórficos, mientras que los teísmos antropocéntricos posteriores veneran como divino al ser humano, desmesurando y proyectando en la trascendencia sus cualidades esenciales a escala deshumanizada. Por medio de la religión se acuña un ideal compartido en el que cada cual puede hallar cierta compensación frente a las insuficiencias de la realidad establecida, a la par que se contrarrestan los impulsos destructivos y disgregadores que todo individuo siente frente a la disciplina de vida en común, sobre todo en las sociedades más complejas y avanzadas: «La satisfacción narcisista, extraída del ideal cultural, es uno de los poderes que con mayor éxito actúan en contra de la hostilidad adversa a la civilización, dentro de cada sector civilizado» (Sigmund Freud, El porvenir de una ilusión).

martes, 1 de abril de 2008

La visión atea de Cristo: Pasolini y Buñuel

© Giaime Pala
La Insignia. España, noviembre del 2005.

La contrahistoria más grande jamás contada

En el principio fue Dios... luego vino su interpretación. A Ludwig Feuerbach se le atribuía la frase según la cual el primer hombre que declaró tener fe en un Ser superior, en un «Dios», fue también el iniciador de la milenaria historia del pensamiento ateo por provocar la primera respuesta a esta creencia. Porque el ateísmo es antiguo como el pensamiento religioso y, al igual que éste, arrastra un legado ancestral de reflexiones y vigor dialéctico.
Desde la antigua Grecia (Diágora de Melo y Teodoro de Cirene), pasando por el romano Lucrecio, los humanistas italianos, los ilustrados y los clásicos contemporáneos del pensamiento ateo, la literatura no creyente ha venido dilucidando lo místico como problema, misterio, certeza, duda, negación o experiencia. Porque si con la Iglesia se topa, con el sentimiento de lo trascendente se convive, y esto lo saben todos los ateos del mundo que hayan cavilado acerca de lo espiritual alguna vez en su vida o meditado sobre la significación de la Biblia, el Texto por antonomasia, el pedestal de la cultura judeocristiana sobre la que, quiérase o no, se erige nuestra cultura.
Y si el arte es la quintaesencia destilada de lo material y cultural de una sociedad, el cine es el ojo que aferra la imagen para articular el pasado y el presente, ofreciendo una (re)interpretación del mundo.
Estas líneas tratarán de la visión cinematográfica de Cristo ofrecida por dos ateos confesos y empedernidos, Pier Paolo Pasolini y Luis Buñuel. Dos hombres vivos y sumergidos en el tiempo que les tocó vivir, cuyas películas –concretamente El Evangelio según San Mateo (1964) y La Vía Lactea (1969)– enlazan con la tradición erudita del ateísmo desde distintas posiciones humanas, políticas e históricas. Dos hijos del violento y pasionario siglo XX, dos apóstoles de la cultura entendida como compromiso y emancipación cuyas visiones de Cristo tan diversas, aún partiendo del mismo tronco ideológico, nos muestran de forma clarividente la concepción dual que del cristianismo siempre tuvieron los ateos: de diálogo y de rechazo. Si hemos escogido estos dos cineastas es por representar respectivamente estas dos visiones y haberlas sabido trasladar a la pantalla con toda su visceralidad y alma.

Pasolini, o de la religiosidad del ateísmo
Cuando se habla de El Evangelio según San Mateo conviene despejar el terreno de un posible error de enfoque; contrariamente a cuanto afirman muchos críticos, nos hallamos ante la obra más respetada y obsequiada de un director cuya figura ha entrado, en la última convulsa y atormentada década, en el parnaso cinematográfico de los directores obedecidos del que fue un día uno de los templos sagrados del cine mundial: el italiano.
De eso se trata, del ingreso forzado en la Academia del Saber del intelectual antiacadémico por excelencia, después –qué duda cabía– de haberse silenciado o, en el mejor de los casos, edulcorado sus mensajes incendiarios. Triste es la rehabilitación descafeinada del provocador de las personas «de bien», así como triste, por no deseada, es la feliz suerte póstuma del último gran fustigador del filisteísmo y de la mala conciencia cerrilmente culpable de una parte de esa generación, la del sesenta y ocho, en cuyos ojos el intelectual friulano veía «stessa rabbia che agita i vostri padri». Aquella parte que después de haber encolerizado a sus padres no sólo no supo «matarlos» sino que recogió su legado para tornarlo, si cabe, más chato y cicatero que nunca, propiciando una vuelta al orden de lo más estricto. Un status quo contra el que Pasolini no cejó nunca no ya de atacar, sino de vaciar de contenidos y revelar sus lados más oscuros e iracundos.
Estas consideraciones surgen a los treinta años de la muerte del cineasta y de las incógnitas sobre los homenajes y estudios que les están deparando sus otrora denigrantes, hoy convertidos en entusiastas albaceas.
Pasolini siempre fue un ateo convencido pero nunca furibundo, obcecado y «militante», como él mismo reconoció «no he tenido formación religiosa. Mi padre no creía en Dios. Si el domingo iba a misa, sólo era por respeto a una institución garantizadora del orden social (...) Yo no he sufrido ninguna presión religiosa, ni he sido condicionado por ninguna educación católica (1)». Como afirmaba Calvino, el anticlericalismo guerrillero y el ateísmo combatiente sólo son productos de la presión moral e intelectual de la Iglesia cristiana que se incuban en las mentes de quienes la padecieron. El ateísmo del primer Pasolini, el de los años ’50, era fruto de una elección libre de vida que miraba al catolicismo oficial italiano como una fuente perpetua de conformismo y supeditación para su referente político y humano, el campesinado. Sin embargo, los versos de Le ceneri di Gramsci (2) y L’usignolo della Chiesa Cattolica (3) traslucen una crítica dirigida más a la izquierda tradicional que no a la Iglesia católica, por dejar abandonados, en aras de un obrerismo totalizador, a esas masas rurales que se agarraban al discurso religioso al verse desbordados por una realidad cambiante e insegura. Son versos anticatólicos, como reconocía el mismo poeta y cineasta, pero no anticlericales. El Pasolini de la década de los ’50 es un intelectual que no critica abiertamente la Iglesia, sino que le da la espalda, la ningunea por considerarla irredimible y secularmente enquistada en planteamientos medievales. De lo único que se trataba era de arrebatarle su capilar hegemonía social, excluyendo de antemano, por imposible, cualquier tipo de diálogo.
Sin embargo, el tiempo todo lo cambia, hasta las posiciones de la Iglesia católica: la convocatoria del Concilio Vaticano II trajo nuevos aires no sólo a los creyentes de a pie, sino a la misma cúpula y a los sectores agnósticos y ateos de todo el mundo. La presencia en el Vaticano de un Papa, Juan XXIII, lo suficientemente ducho en asuntos de este mundo como para propiciar una apertura en el mundo católico, impactó hondamente a los intelectuales como Pasolini, provocando en ellos una reformulación de sus principios e ideas establecidas. En cierto modo, fue la Iglesia que se acercó a ellos y no lo contrario, a través de cierta democratización de sus estructuras y, sobre todo, mediante la acción de algunos sectores del clero y de los cristianos de base cuya reinterpretación del Evangelio en clave progresista modificó una institución hasta entonces enquistada en sus certezas absolutas e indisputables.
Pasolini, hombre imbuido del mundo en el que vivía y reacio a esquivar los grandes debates de su tiempo, después de realizar Accattone (1961), Mamma Roma (1962) y La Ricotta (1963), decidió asumir el reto de materializar en una película la vida de Jesús. Un filme que surgía de esa insistente búsqueda laica de lo mítico y de lo épico que impregnaba toda su anterior producción intelectual, cuya convergencia hacia Cristo –en las intenciones del cineasta– iba a coronar su personal cantar de gesta proletario.
A quien hablaba de conversión y cristianización, Pasolini contestaba: «Algunos han visto en este film una obra de militante cristiano, cosa que yo verdaderamente no comprendo (...) Yo no creo en la divinidad de Cristo (...) Lo lamento, no creo en ella (4)». Su visión cinematográfica debía ser fiel a la historia contada por Mateo: «Mi idea es ésta: seguir punto por punto el evangelio según San Mateo, sin hacer de él un guión o una redacción. Traducirlo fielmente a imágenes, sin ninguna omisión o añadido al relato. También los diálogos deberían ser rigurosamente los de San Mateo (5)».
De la puesta en escena e interpretaciones de los actores, y de la relación de éstas con el texto de San Mateo, brotaría la particular visión pasoliniana de Cristo.

viernes, 28 de marzo de 2008

Manifiesto a la inexistencia de dios

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Manifiesto a la inexistencia de dios
(del famoso autor "Anónimo")

[A la basura el discurso conciliador]

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En este momento estamos en una época (y en una parte del mundo) en que la mayoría de los creyentes en determinada religión organizada no lo son por convicción, sino por tradición: no conocen lo que creen, sin embargo lo aceptan sin cuestionarlo, y promueven su creencia sin saber de lo que trata. Esto puede parecer absurdo, y de hecho lo es.

Para el análisis racional, estas personas necesitan conocer las creencias que fanáticamente aceptan, pues es la mejor forma de rechazarlas.

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I

“Los dioses son cosas frágiles; pueden ser asesinados con un atisbo de ciencia o una dosis de sentido común.”
[Chapman Cohen]


Vivimos en un mundo complejo, continuamente atormentado por creencias irracionales que hacen a la gente cometer atrocidades irracionales. ¿Qué ha dividido más a la especie humana que la creencia en dioses? ¿Qué otra creencia justifica con más agresividad el desprecio por las personas que no comparten los dogmas irracionales de uno?

El deseo del castigo a aquellos que no aceptan la existencia de un ente superior, o que le llaman de otra manera y le dan atributos diferentes, es algo generalizado: De pronto está justificada la discriminación, la quieren llevar, incluso, a más allá de la muerte.

En primer lugar, el ser humano debe reconocer que posee unos sentidos limitados para entender el mundo. El problema básico se origina cuando una casta de individuos asegura que conoce, fuera de toda duda, la personalidad, los deseos y los intereses de un ser supremo y sobrenatural.

Bien, los sentidos pueden ser limitados, pero es la única forma válida con la que cuenta nuestra especia para comprender la realidad.

Cuando alguien nos dice que algo no es accesible de ninguna manera a nuestros sentidos, tenemos razones suficientes para no tomarlo en serio, para pensar que miente.

El universo es un gran acertijo que está siendo desentrañado poco a poco por el pensamiento científico. Hay que desechar toda propuesta que nos plantee suplantar los sentidos por la fe.

El mito de dios (llamarla “hipótesis de dios” es meter un absurdo al lenguaje científico), parte de tratar de explicar lo desconocido agregándole una pieza extra a explicar (dios): Tapa una interrogante destapando otra.

Los creyentes, entonces, utilizan la aparente facilidad que existe de crear propiedades a conceptos abstractos nunca vistos ni analizados, intentando así justificarlos, y esto no es válido de ninguna manera.

II

"El avance en la ciencia se produce poniendo ladrillo sobre ladrillo,
no por la súbita erección de palacios de fábula."

[J. S. Huxley]


Todos los que hemos visto maravillas de la naturaleza, tales como una puesta de sol, un río o un bello eclipse adueñándose de la noche, comprendemos lo bella que es la realidad, muchos intentan creer que es el resultado de un plan maestro de alguien superior a nosotros; algunos entendemos que el mundo real es lo suficientemente hermoso como para inventar fantasías.

Quien acepta un dogma irracional como cierto, tiende a rechazar las evidencias que prueban lo contrario, impidiendo el avance del conocimiento humano.

Cualquier persona que cree que ya ha explicado todo (aunque sea de forma dogmática, inventando fantasías sin base y siguiendo libros sagrados con poco fundamento), considerará cualquier búsqueda de explicaciones como un tipo de “paganismo” condenable, su lema máximo es ‘No tienes que pensar, todo lo que no entiendes es obra de dios”.

Donde investigar y cuestionarse es una herejía, el infierno es la racionalidad, y el cielo la ignorancia.

La creencia en dios es sin duda la creencia que más limita el desarrollo, que más promueve los prejuicios negativos contra otras personas y que más someten al individuo a prácticas hipócritas que lo separan de sí mismo.

III

“Nosotros debemos tomar la resolución de morir cien veces antes que arrodillarnos a los pies de otro tirano, ya sea un hombre o un dios”
[El Marqués de Sade]


Nunca se ha visto comportamiento más humillante que el sometimiento (a veces voluntario) de una persona a otro ser, existente o no.

La autodegradación, justificada explícitamente por las doctrinas teístas, niegan al individuo y a su libertad innata.

Cuando una creencia como ésta se organiza y se institucionaliza, y surgen personas autoproclamadas como “teólogos” y se presentan como interpretadores de la palabra de dios, la libertad humana está en peligro: se somete a los caprichos de los explotadores divinos y terrenales, políticos y religiosos, charlatanes y más charlatanes.

Ante una creencia o ante una idea, no hay que someterse, hay que cuestionarla, atacarla, y en caso de que esta creencia se diga superior, que afirme tener las respuestas de todo, bajarla de una vez de su trono filosófico y volverla a la realidad que el desarrollo de la racionalidad lleva implícito esto.

No existen los tronos en el pensamiento escéptico; no hay nadie ni nada ante el cual humillarse, nadie ni nada que exija adoración.

IV

“En su lucha por el bien ético, las personas religiosas deberían
renunciar a la doctrina de la existencia de dios, esto es,
renunciar a la fuente del miedo y la esperanza”
[Albert Einstein]


La religión, es, sin duda, el argumento más utilizado para justificar el odio y la división entre las personas. El incrédulo se vuelve un criminal que merece ser ignorado, o en sus peores casos, exterminado.

Mientras, por un lado, socialmente se esconden bajo la hipócrita apariencia del puritanismo, condenan eternamente a alguien que piensa diferente.

¿Alguien actúa bien sólo para ganar el cielo? Entonces es hipócrita, todos sus actos los hacen por conveniencia, basado en un sueño, ¿esto es ‘hacer el bien’ realmente? Rotundamente no.

La creencia en dios es algo vacío, sin justificación racional, la parte triste, es que en la mayoría de las veces, lo saben, y fue allí donde se originó la palabra FE, la negación del pensamiento, la negación de los sentidos: el creer porque sí.

Toda esa creencia se basa en esto: ‘Negar la realidad, negar todo lo que yo pudiera conseguir bajo mis propias manos, ser sumiso y nunca protestar, si dios existe esta vida no importa, porque en "el mas allá" tendré todo lo que quiera’

Esa base es absurda desde que niega al individuo, sus verdaderos deseos, su pensamiento personal, que son más importantes que cualquier dios, y al mismo tiempo más reales.


[ Apuntes para leer el manifiesto ]

*
Por ningún motivo este texto debe ser malinterpretado como un ataque a la creencia en algún dios (o dioses) en específico, es menester considerar que cometer este error (a veces muy común en algunos escépticos) sería limitarse. Creencias en dioses hay por montones, y ninguna merece trato preferencial al debatir sobre ella.

**
Acabemos con la absurda concepción de que estos temas no deben estar abiertos a la plática o al debate; cuando una creencia se esconde del ataque demuestra muy poca seguridad para sostenerse.

***
No se pretende atacar a las personas, ni mucho menos a su derecho de creer cualquier sinsentido. El ataque, la crítica, va dirigida a las creencias; no existe ninguna obligación intelectual de respetar una idea (entendida como un ente abstracto, como un sistema de creencias completamente independiente de una persona), y mucho menos si esta creencia ataca los cimientos de la racionalidad y limita la concepción del mundo creando dogmas inamovibles y prejuicios negativos.

“Tú, tan infantil en tus sistemas como en tus descubrimientos, quieres dogmatizar sobre el vicio y la virtud, mientras te es imposible decir que son uno u otro, cuál es más ventajoso para el hombre, cuál conviene más a la Naturaleza. ¡Ah! ¡Abandona tus insensatas sutilezas! Goza, amigo mío, goza y no juzgues. ¡Goza! Goza de la antorcha del universo: no es por sofismas, sino para iluminar placeres por lo que su luz brilla ante tus ojos.
¡No pierdas la mitad de tu vida para hacer desgraciada a la otra!”
(Marqués de Sade)

martes, 25 de marzo de 2008

Una Prueba Exelente de que "dios" no existe

El mal demuestra que Dios no existe

(Según el orden geométrico)



© Fernando G. Toledo
Para Epicuro, que me dio la excusa. Para Baruch Spinoza, que me dio la forma. Para J. Méndez, que me mostró el mapa

Definiciones

1. Por Dios se entiende al ser único, divino, infinito, eterno, perfecto, omnipotente, omnisciente, y bondadoso, dotado de infinitos atributos, de modo que la falta de alguno de ellos o su disminución o su contradicción derive en que no pueda ser considerado Dios.
2. Dios creador se llama al ser del que, por tener todos los atributos divinos, surge todo lo dado a su creación.
Explicación: Si se considera creador a un relojero, se sigue que su reloj tenga previsto dar la hora, porque eso le fue dado, mas si atrasa, ese atraso no fue dado por su creador. Pero eso sucede porque el relojero no es Dios, quien es perfecto y creador, por ende dador de absolutamente todo lo de su creación.
3. Por bien, conjunto de cosas buenas, entiendo no sólo lo contrario al mal, sino todo lo que se supone perfecto, o tendiente a lo perfecto porque genera un beneficio útil, y esto sería reflejo de Dios.
4. Por mal, conjunto de cosas malas, entiendo a aquello que necesariamente se opone al bien, de manera relativa o absoluta, y que implica un daño moral o físico, en cualquier grado, a uno o más individuos, sin importar su justificación o su fuente, o sea aquel perjuicio que en algún término de comparación pueda considerarse que afecta el bien de alguien.
Explicación 1: Digo “en algún término de comparación” porque es evidente que lo mismo que puede considerarse mal en un sentido puede entenderse por bien en el otro, como acaece usualmente en las guerras, donde el bien del victorioso es el mal del derrotado. Pero si la muerte de una de las víctimas de la guerra es además precedida por insufribles dolores, y si esa misma afección, de sufrirla el individuo que antes la ha dado, puede ser considerada análoga, entonces ése es un mal.
Explicación 2: También pueden darse manifestaciones del mal sin necesidad de una inversión de roles. El dolor provocado por una enfermedad también es mal si es que esa enfermedad podría darse sin dolor, y porque ese dolor no es beneficio necesario para nadie.
5. Finito es aquello real que, o bien se interrumpe, o bien cambia a algo diferente porque es limitado por algo de su misma naturaleza.
6. Por existente entiendo aquello real que no admite términos que lo nieguen como tal.
Explicación: Un ser vivo existe como tal sólo si no está muerto. Un cuerpo completamente blanco existe si no tiene absolutamente nada negro, pues si no, o no es enteramente blanco, o no existe.
7. Por material (o real) entiendo lo que es fundamento de lo existente, es finito y puede confirmarse por la experiencia, y de lo que puede darse o no una idea, pero que existe se dé o no esa idea.
8. Por ideal entenderemos a aquella representación que se da en el pensamiento de un ser finito, que remite a la vez a algo material o no, pero de cuya idea (o pensamiento) no se da necesariamente su existencia ni su no existencia, aun aplicándose las explicaciones anteriores.
Explicación: La idea misma por definición no se da nunca materialmente. La idea “mono que desciende de un árbol por la mañana mientras cantan los pájaros” puede o no remitir a algo material, pero no existe sólo porque sea antes una idea sino independientemente de ella.
9. Por libertad entiendo la capacidad de elegir, sin coacción exterior a quien decide, por una o más opciones.

Axiomas

1. La infinitud debe ser un atributo de Dios.
2. La infinita bondad debe ser un atributo de Dios.
3. La eternidad debe ser un atributo de Dios.
4. La omnipotencia debe ser un atributo de Dios.
5. La perfección debe ser un atributo de Dios.
6. Si algo es algo, no puede ser su contrario al mismo tiempo.
7. El bien se manifiesta en el mundo.
8. El mal se manifiesta en el mundo.
9. El mundo y el hombre, si son considerados creaciones de un ser perfecto, deben estar determinados por lo dado de parte de su creador.


Proposición 1
[A partir de Epicuro] Dios quiso eliminar el mal y no pudo. Entonces Dios no es omnipotente.
Demostración: El mal se manifiesta en el mundo (por ax/8). Como vemos (por d/4) que el mal es evidente, su manifestación muestra que Dios no puede eliminarlo, lo cual niega (por ax/6) su omnipotencia. Entonces Dios no existe (d/6).

Proposición 2
[A partir de Epicuro] Dios pudo eliminar el mal y no quiso. Entonces Dios no es bondadoso.
Demostración: Si (por ax/4) pudo pero no quiso, entonces (por d/5) es malvado, ya que (ax/2) no querer eliminar el mal contradice su infinita bondad (d/1). Así, si Dios no es bondadoso (por ax/6) no es Dios, de lo que se sigue que no existe.
Corolario
Aceptar la infinita bondad de Dios admite que no sólo pueda hacer Dios un bien, sino que lo quiera hacer. Por lo mismo, si no quiere y lo puede, no existe. Al no ser Dios bondadoso no es Dios (por ax/6), así, Dios no existe.

Proposición 3
[A partir de Epicuro] Dios no pudo eliminar el mal y tampoco quiso. Entonces Dios no es ni bondadoso ni omnipotente.
Demostración: Es evidente (por ax/2) que la bondad de Dios haría que quisiera eliminar el mal, o evitarlo, y en ese caso, debió haber podido (ax/4). Si no ha querido o no ha podido (por d/1), Dios no existe.

Proposición 4
[A partir de Epicuro] Dios pudo eliminar el mal y quiso, y aun así hay mal. Entonces Dios no existe.
Demostración: El mal del mundo (ax/8) es contrario a Dios (d/3). Dios (por ax/4) podría eliminarlo y querría hacerlo (por ax/2). Un mundo creado por Dios (por d/2) no debería poseer mal a menos que se lo consienta. Un mundo con mal contradice a Dios y por consiguiente (ax/5), Dios no existe.
Corolario 1
La manifestación del mal y la existencia de Dios son opuestas (por ax/6). Sabemos que el bien se manifiesta (por ax/7) pero que el mal también (por ax/8), así que el que no puede existir es Dios.
Corolario 2
Por definición (d/1), si Dios es infinitamente bueno no veríamos en sus criaturas (d/2) el dolor, la aflicción, así como en el mundo no veríamos otras manifestaciones del mal (accidentes con pérdidas absurdas de vidas, tragedias naturales, etc.). Esto demuestra, entonces, que la bondad de Dios está interrumpida. Así, hay mal, y Dios no existe (por d/6 y ax/6).
Escolio 1
Una opción es que el mal no provenga de Dios y sí del hombre (por d/3). El hombre es libre, así que puede elegir hacer tanto el mal como el bien (por d/9). Pero igualmente, esto significaría que Dios, cuya bondad (por ax/3) está desde siempre, permite que aparezca el mal, y así la responsabilidad sería de Dios.
Escolio 2
Además, vale recordar que el mundo y el hombre serían creados por Dios (d/2), así que el mal no puede provenir de otra cosa que de Él (ax/9) ni aparecer en un momento anterior o posterior a Él, ya que es infinito (ax/1) y eterno (ax/3), con lo cual el mal sólo puede surgir de Dios. Entonces pues debemos aceptar (ax/6) que Dios no existe.

Apéndice
[a] Así como el mal (conjunto de cosas malas), al manifestarse, demuestra que el Dios infinito, omnipotente, bondadoso y perfecto no puede existir, ya que si deja de tener alguno de esos atributos no es Dios (por d/6), lo que puede aparecer como posibilidad es que lo que entendemos por Dios sea sólo un ideal (d/8).
[b] De lo que tenemos una clara evidencia en el mundo, es de que lo conocido es material y finito (por d/5 y d/7). El par materia-energía es considerado material, en este sentido, ya que la Física ha demostrado cómo se transforma la materia en energía y viceversa (E=mc2). Ni para la Física, ni para la Biología, ni para la Cosmología o ninguna de las ciencias es necesario Dios para explicar el mundo. De existir Dios, entonces (por d/7) sería material. Lo material (por ax/6) se contradice con la idea de un Dios real, pero no con un Dios ideal (d/8). Así que un Dios sólo puede ser ideal, y vemos que el hecho de pensar algo no da necesariamente su existencia (d/6).
[c] Descartados los atributos definidos para Dios, hay una sola analogía posible, y ésta es equiparar a Dios con el universo (panteísmo) o el origen del Universo (cosmología). Pero la analogía no es exacta, pues el Universo no es consciente, ni está demostrado que sea infinito o que sea bondadoso (sino indiferente), etc., atributos necesarios (por d/1 y d/2) para que sea un Dios. Si quitáramos esos atributos, sería lo mismo llamarlo Dios o llamarlo universo. Por ende, lo que entendemos por Dios no puede cumplir con todos sus atributos y por eso (ax/6) no queda más que concluir que Dios no existe.

lunes, 24 de marzo de 2008

Sir David Attenborough

Seguro han escuchado eL nombre de Sir David Attenborough alguna ves en su vida o han visto su programa en Animal planet llamado "MUNDO ANIMAL" ( si no me equivoco)

David es un naturalista "darwiniano" que a hecho un trabajo enorme que van desde acampar semanas en la selva sin contacto humano hasta programas televisivos! y todo esto lo hace por su amor a la naturaleza.

En esta entrevista de BBC a sus 80 años da a entender uno de sus argumentos naturalistas y con paciencia trata de explicar que no hace falta ningún "Dios" para vivir en paz y prosperidad en este mundo.

DISFRUTEN EL VIDEO


domingo, 23 de marzo de 2008

Caricaturas




Esta es una caricatura realizada por Rayma el dia 23/03/2008 para el diario "El Universal" en Venezuela en bisperas de semana santa.

Comedia Religiosa

Lewis Black sobre la evolución



Comediante Bill Maher sobre religión



Bill Maher sobre la Biblia

sábado, 22 de marzo de 2008

Caricatura


Esta es una caricatura realizada por Rayma el dia 22/03/2008 para el diario "El Universal" en Venezuela en bisperas de semana santa.

viernes, 21 de marzo de 2008

Isaac Asimov da Respuestas a 100 Preguntas Que yo Considero Las Mas Interesantes en este Mundo

Hagan clic AQUI y luego en la pregunta que deseen para ver su respuesta

miércoles, 19 de marzo de 2008

Richard Dawkins 2007.04.23 O'Reilly Factor (Ingles. Subtitulos en progreso)

The Hour: Interview with Richard Dawkins (Ingles sub. en progreso)

Parte 1



Parte 2

Buenísima y completa definición del ateísmo

Ateísmo

(del griego a7qeoç: sin Dios, que niega a Dios). Sistema de ideas que niega la fe en lo sobrenatural (espíritus, dioses, vida de ultratumba, &c.). El objeto del ateísmo es explicar las fuentes y causas del origen y existencia de la religión, criticar las creencias religiosas desde el punto de vista de la visión científica del mundo, aclarar el papel social de la religión, señalar de qué manera pueden superarse los prejuicios religiosos. La aparición y progreso del ateísmo están unidos al avance de los conocimientos científicos.