Espinelas Que como el perro que lame la mano de su señor, el miedo ablande el rigor con el llanto que derrame; que la ignorancia reclame al cielo el bien que le falta. Yo, con la frente muy alta, cual retando al rayo a herirme soportaré sin rendirme la tempestad que me asalta. No esperes en tu piedad que no inflexible se tuerza: yo seré esclavo por fuerza pero no por voluntad. Mi indomable vanidad no se aviene a ruin papel. ¿Humillarme? Ni ante aquel que enciende y apaga el día. Si yo fuera ángel, sería el soberbio ángel Luzbel. El hombre de corazón nunca cede a la malicia. ¡No hay más Dios que la justicia ni más ley que la razón! ¿Sujetarme a la presión del levita o el escriba? ¿Doblegar la frente altiva ante torpes soberanos? Yo no acepto a los tiranos ni aquí abajo ni allá arriba. Salvador Díaz Mirón (1853-1928) |
martes, 11 de marzo de 2008
Poesía
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